A la sombra de la higuera.

 


I. Cuenta Pablo Rocca en Las palabras y el poder que Emir Rodríguez Monegal leyó el breve libro de  Juana de Ibarbourou titulado Roosevelt, Sarmiento, Martí y escribió en Marcha acerca de los ensayos contenidos en ese libro: “hubiera sido preferible no publicar este volumen”. La pequeña reyerta literaria entre el crítico y la escritora provenía de tiempo atrás producto de diferencias de diferente índole como bien lo explica Rocca, y explica, en parte, el feroz comentario que le hace:

“…parecen ejercicios de composición liceal —algo mejor escritos que dichos ejercicios, pero igualmente endebles, igualmente entusiastas, igualmente infieles a las normas—”. (Rodríguez Monegal, 1945)


Es cierto que este conjunto de tres ensayos que exploran los ideales, la vida y la obra de tres de las figuras más significativas en lo que hace a los movimientos de emancipación e independencia americanas no ha trascendido en la prolífica bibliografía de nuestra poetisa, donde se conjugan diversos géneros literarios como la poesía, los cuentos, los textos escolares, la prosa poética y más. También es cierto que su literatura —tanto como su figura— ha sido lo suficientemente estudiada, analizada y recordada como para que este libro trascienda.  Su obra es reconocida principalmente por su poesía.

Cualquier lector de las Lenguas de diamante puede comprobarlo a través de una lectura ordenada de sus poemas. La naturaleza aparece al comienzo como una voluptuosa escenografía: luna de cobre, arenas de bronce, laurel florido, en la cual la poeta vive su aventura amorosa. No es una noción abstracta y estéril, en cuanto aislada de la relación humana, sino que se encuentra en “sensualísima interacción”, como señala Ida Vitale.

Juana conoció a Sarmiento a través de sus obras, Facundo (1845) y el autobiográfico Recuerdo de provincias (1850), lecturas de las que da cuenta para escribir el libro de ensayos que nos ocupa.

En el año 1929, la poeta uruguaya alcanzó reconocimiento nacional y continental a través de su consagración como “Juana de América” en un acto celebrado en el Palacio Legislativo en Montevideo. Su camino había comenzado diez años antes, de su primer poemario en 1919: Las lenguas de diamante, que fue seguido por El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922). Los diez años que van desde 1919 a 1929 constituyen un periodo de gloria para la poeta que la colocaría, a fines de la década del veinte, en un lugar destacado tanto en el reconocimiento popular de nuestro país como en la lírica continental.   

Juana de Ibarbourou escribe Roosevelt, Sarmiento, Martí el mismo año en que publicó sus dos libros dedicados a lectores escolares Ejemplario y Páginas de lectura contemporánea, pero la imprenta Editorial El faro en su colección “El pequeño libro uruguayo” se encargó de publicarlo recién en 1945, el mismo año que Los sueños de Natacha.

El “librito” como lo llama Rocca y al que Rodríguez Monegal alude como “ejercicios de composición liceal” se convierte en una laudatio, panegírico en cuanto a su prosa de alabanza, convirtiéndose casi en una oda dedicada a los tres “héroes americanos”.

Leyendo el ensayo sobre Sarmiento no quedan dudas de su aprobación hacia el “Héroe”, encomiásticos elogios y alabanzas, son escritos con la profundidad y solemnidad adecuada. Es allí que llama la atención, la referencia de Juana de Ibarbourou al capítulo “Casa paterna” de Recuerdos de provincia.

Esa mención es la génesis para este trabajo que pretende ser un contrapunto de lo que uno y otro han querido transmitir a partir de ese árbol. Un árbol que deja de serlo para convertirse en formas discursivas contrapuestas, metáfora y recuerdo presente.

Un árbol que para Sarmiento es símbolo patriarcal, centinela protector, personajes de un drama, para Juana representa a la mujer, al alma sensible, la fealdad que la mirada ignora.

Se propone entonces tomar la figura de la higuera, la de Sarmiento en Recuerdos de provincia, la de Juana en su poema “La higuera”[1] para establecer correspondencias y diferencias, reflexionar acerca de la pertinencia que tiene esta figura, remembranza, símbolo en sus obras, comprender esa relación establecida por Juana en su referencia a los párrafos de Sarmiento en Recuerdos de Provincia.

 

 

II. Primero, una visita virtual al patio de la casa paterna de Sarmiento, aquel donde se sentaba doña Paula a trabajar con el telar, revela la arquitectura descripta en Recuerdos de provincia. Ese espacio flanqueado por paredes blancas, de puertas ingentes, ventanas enormes, retrotrayendo la emocionada crónica a ese punto situado en el medio, ese tronco que asoma y del que se regalan retoños a las escuelas de la provincia.

Después, un viaje a Melo, a la casa de Juana de Ibarbourou, de fachada azul y las típicas puertas y ventanas de las casitas del interior de Uruguay, caminata por la casa de aroma dulce hasta llegar al patio del fondo. Allí se encuentra, como en la casa de Sarmiento, el tronco de la higuera rodeada por un muro de acrílico transparente donde se lee el poema escrito en su honor.

Impacta la similitud de ambos patios, de ambas higueras, sobreviene un cúmulo de preguntas acerca de las causalidades, casualidades, en pos de ese árbol. En el interior de nuestro país, así como en Melo, es común encontrar higueras en los patios de las casas por lo que no tiene nada de particular el hecho de que en la casa de la infancia de Juana se encuentre esa higuera, lo que reclama la atención es esta similitud con la casa de Sarmiento, esa coincidencia, pero además, la relevancia que cobra la higuera en el fragmento que analizaremos a continuación, el rescate de Juana para recordarlo en Roosevelt, Sarmiento, Martí; podemos pensar que la poetisa encontró en esos párrafos el lugar familiar, el de su infancia bajo la higuera, que la arropaba, la interpelaba, la entristecía al mismo tiempo.

Existe en la descripción que Juana hace de Sarmiento una admiración notoria que, como ya se señaló, no ahorra en halagos ni pone en tela de juicio la labor del argentino sino que celebra todas sus facetas con el mismo fervor y admiración:  “visión larga y clara y puño fuerte”, “Libertador”, “Sebapóstol”, “Pensador”.

Comprendió, dice Juana,  que la salvación estaba en la cultura,  opuso la escuela a la montonera, el maestro al caudillo. Facundo y Recuerdo de provincias son dos joyas de la literatura americana, según  la poeta:

“Detestó al gaucho y lo hizo inmortal con su odio, sin Sarmiento en nuestra Literatura sería siempre socarrón, con algo de poeta y algo de filósofo y se llamaría solamente Martín Fierro o Aniceto el pollo. Por Sarmiento también se llama Facundo. (….). Sarmiento nos mostró su lado trágico, asi como Hernández y Estanislao del Campo, nos dieron su fase de filósofo y juglar” (p. 34).


III. Es en el siguiente párrafo que nuestra poetisa parece vincularse desde otro lugar y donde hace su aparición nuestro tema de estudio, la higuera:

“La higuera, la pobre y fea higuera, que nadie canta ni nadie ama, está asociada al poema familiar del ilustre sanjuanino. Bajo sus ramas nudosas y descoloridas, la estoica madre de Sarmiento, hacía correr los husos de su telar, desde el alba hasta la noche.” (Roosevelt, Sarmiento, Martí, p. 43).

La referencia al árbol, ese al que dedicó el poema en y que ocupaba un lugar central en el patio de su casa de infancia. La higuera como metáfora y símbolo.  De la higuera (ficus carica), nacen los higos y las “brevas”, aunque este término no es comúnmente usado en nuestro país, Sarmiento lo usa para referirse a ellos:

“Algunas ramas de la higuera iban a frotarse contra las murallas de la casa, i calentadas allí por la reverberación del sol, sus frutos se anticipaban a la estación, ofreciendo pare el 23 de noviembre, cumpleaños de mi padre, su contribución de sazonadas brevas para aumentar el regocijo de la familia”. (Recuerdos de provincia, p. 178)


 Las brevas, al igual que los higos, provienen del árbol de la higuera. Las brevas son la primera cosecha de junio a julio y el higo de la segunda cosecha de agosto a septiembre. En realidad, las brevas son higos del año anterior que no llegaron a madurar por el frío, pasando el invierno en estado de yemas que se desarrollan al llegar el calor de la primavera. Este fruto de la higuera de color morado es menos calórico que el higo. A su vez, suelen ser más grandes y menos dulces, y tienen una forma que recuerda a la pera.

Con una hoja de higuera se taparon Adán y Eva cuando descubrieron su desnudez, tras probar el fruto del árbol del conocimiento, del bien y del mal, que nadie aseguró que fuera un manzano; abrieron los ojos y comenzaron a verse y se avergonzaron pronto.[2]

La higuera que menciona Juana en su poema, carece de belleza y amor, de una mirada amable que se pose en su figura:  

 

Porque es áspera y fea,

porque todas sus ramas son grises,

yo le tengo piedad a la higuera.


En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
“Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto”.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

El poema de Juana, uno de los más conocidos, recitados hasta el día de hoy en las escuelas públicas uruguayas, habla de ese árbol que crece en el patio de su casas, de ramas grisáceas y anudadas. Pero el poema también alude a una sensibilidad, a la percepción de la poeta de sentirse como el triste árbol. Las primeras estrofas describen el sentimiento del árbol, de la mujer, de la nada .Es este árbol el que nombra la poetisa en su ensayo a Sarmiento, el lugar donde la madre del héroe se sentaba a tejer, donde usaba el telar, donde se desarrollaban los días monótonos en torno al patio.

 Para Juana de Ibarbourou, la higuera era el árbol más bello de todos los de su huerto. La piropeaba en el poema para que, a la noche, si la rozaba el viento, le contara que la habían llamado hermosa, aun siendo tan áspera y tan fea. “Si ella escucha, /si comprende el idioma en que hablo”.

Juana nombra aquí dos de las obras de Sarmiento como señalamos anteriormente: el Facundo y Recuerdo de provincias, en este último es que Sarmiento destina un capítulo para contar acerca de la casa de su infancia, describiendo aquel patio, con minuciosos detalles y marcada emoción, es este capítulo al que refiere Juana, confiriéndole el caudal de nostalgia y ternura necesarios. Dice Sarmiento en “La casa paterna”:

 

A poca distancia de la puerta de entrada elevaba su copa verdinegra la patriarcal higuera que sombreaba aún en mi infancia aquel telar de mi madre, cuyos golpes, y traqueteo de husos, pedales, i lanzadera nos despertaba antes de salir el sol para anunciarnos por el trabajo frente a sus necesidades. Algunas ramas de la higuera iban a frotarse contra las murallas de la casa, i calentadas allí por la reverberación del sol, sus frutos se anticipaban a la estación, ofreciendo pare el 23 de noviembre, cumpleaños de mi padre, su contribución de sazonadas brevas para aumentar el regocijo de la familia.

Deténgome con placer en estos detalles, porque Santos e higuera, fueron personajes más tarde de un drama de familia en que lucharon porfiadamente las ideas coloniales con las nuevas. (Recuerdos de provincia, p. 178)


Halperin Donghi en el prólogo[3] de Recuerdos de provincia se detiene para hablar de esa higuera, la de Sarmiento,  ese árbol feo pero tan presente en la casa construida por Paula Albairricín, madre esforzada y valiente, en cuya sombra ella se sentaba para trabajar en el telar, cose, descoser, bajo esas ramas se desarrolla la vida en la casa paterna.

Esta imagen que celebra la higuera, la une a lo que está destinado a ser, pero que finalmente es derribada, como un terrible designio. Halperin Donghi cuenta esta situación con minuciosos detalles que la hacen ver como un gigante caído:

“Abren éstas su campaña imponiendo a su madre reemplazar en la sala de la modesta vivienda del estrado, “esa poética costumbre oriental” con “las sillas que una a una, y en hileras, como soldados en formación, pasa el ojo en revista en nuestras salas modernas”, la continúan con la ofensiva que animadas por la victoria alcanzada en su primera escaramuza, lanzan contra la presencia en esa misma sala de los cuadros con las imágenes de los santos de la orden dominicana tradicionalmente favorecidos en sus devociones por la familia de Albarracín, que su madre se avino finalmente a relegar al dormitorio, y le dan remate con la que libran contra la higuera “Descolorida y nudosa en fuerza de la sequedad y de los años” a cuya sombra doña Paula Albarracín había trabajado por décadas el telar que había sido el arma decisiva en su dura lucha por la subsistencia de su familia. Más que una escaramuza iba a ser esta última una guerra que se prolongaría por dos años, hasta que en medio del llanto desesperado de doña Paula que encontró un inesperado eco en el de sus hijas “única reparación posible del daño comenzado” se oyó en el patio “el golpe mate del hacha en el tronco añoso del árbol” y dos horas después “la higuera yacía por tierra, enseñando su copa blanquecina”. (p. 39)

 

La higuera cae entonces, es cortada con un hacha “higuericida” que hace eco sobre los muros de la casa, “luego de dos horas”. Este párrafo, suponemos, fue muy significativo para la poetisa a la luz de su propio poema.

 

La sentencia de la vieja higuera fue discutida dos años; i cuando su defensor cansado de la eterna lucha la abandonaba a su suerte, al aprestarse los preparativos de la ejecución, los sentimientos comprimidos en el corazón de mi madre estallaban con nueva fuerza, i si se negaba obstinadamente a permitir la desaparición de aquel testigo i de aquella compañera de sus trabajos. Un día, empero, cuando las revocaciones del permiso dado habían perdido todo prestijio, oyose el golpe mate del hacha en el tronco añoso del árbol i el temblor de las ojas sacudidas por el choque, como los jemidos lastimeros de la víctima. Fue este un momento tristísimo, una escena de duelo i de arrepentimiento. Los golpes del hacha higuericida sacudieron también el corazón de mi madre; las lágrimas asomaron a sus ojos como la savia del árbol que se derramaba por la herida, i sus llantos respondieron al estremecimiento de las hojas; cada nuevo golpe traía un nuevo estallido de dolor, i mis hermanas i yo arrepentidos de haber causado pena tan sentida nos deshicimos en llanto, única reparación posible del daño comenzado. Ordenose la suspensión de la obra de destrucción, mientras se preparaba la familia para salir a la calle i hacer cesar aquellas dolorosas repercusiones del golpe del hacha en el corazón de mi madre. Dos horas después la higuera yacía por tierra enseñando su copa blanquecina, a medida que las hojas marchitándose, dejaban ver la armazón nudosa de aquella estructura que por tantos años había prestado su parte de protección a la familia. (p. 187)

 

Santos e higueras, pues son dos conceptos de los que se apropiaron Sarmiento y Juana para explicar, uno con minucia de detalles, otra con el gesto lírico y cadencioso, la nostalgia por un tiempo que ya no está, por una infancia que transcurrió a  la sombra de aquellas ramas feas y grises.

 

IV. Bachelard acude a Rilke en su Poética del espacio (p. 166) para hablar de los árboles que son contemplados:

 

El espacio fuera de nosotros gana y traduce las cosas:

Si quieres lograr la existencia de un árbol,

Invístelo de espacio interno, ese espacio

Que tiene su ser en ti. Cíñelo de restricciones.

Es sin límites, y sólo es realmente árbol

Cuando se ordena en el seno de tu renunciamiento.

Estos dos últimos versos obligan al lector a meditar. El poeta plantea un problema de imaginación. El consejo “ciñe el árbol de restricciones” sería primero la obligación de dibujarlo, de ponerle límites en el espacio exterior, de aprehenderlo en su forma y espíritu. El árbol junto con el soñador van juntos y así crecen, uno junto al otro. El espacio íntimo de Juana y el de Sarmiento conviven en este punto, al hablar del mismo árbol en la casa de la infancia, en nombrarlo, citarlo, creciendo un mundo donde ese árbol habita, crece, muere.

En otro poema de agosto de 1914, citado por el mismo autor, Rilke había dicho:

 

... A través de nosotros vuelan

los pájaros en silencio. Oh yo que quiero crecer,

miro hacia fuera, y el árbol crece en mí.

 

 

Bachelard trabaja la idea del árbol que remite a otro lugar, un lugar poético, un espacio que resguarda al que lo contempla, como Juana y Sarmiento contemplaron aquellas higueras de mundos íntimos que aún siguen creciendo. A la sombra del mismo árbol, ambos sufren, contemplan, escriben, hacen de la higuera un eco de mundos muy diferentes.

 

 

 

 

Bibliografía

 

AMANTE, Adriana 2021. “Civilización-barbarie”, en Beatriz Colombi (coord.), Diccionario de términos críticos de la literatura y la cultura en América Latina, Buenos Aires: CLACSO, 2021. https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2412&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1580

 

_____________________ (2016) Prólogo a Domingo F. Sarmiento, Diez fragmentos comentados. Buenos Aires: EUFyL.

 

____________________ 2016. “Sarmiento y sus precursores”, en Boletín del Instituto de Historia argentina y americana Dr. Emilio Ravignani, número 44 junio, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

 

BACHELARD, Gastón (2000) La poética del espacio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

 

BARRENECHEA, Ana María: «Notas al estilo de Sarmiento». Revista Iberoamericana, vol. XXI, Nº 41-42, 1956.

 

BARTHES, Roland (1974)  Investigaciones retóricas I. La antigua retórica. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.

 

CRISPO ACOSTA, Osvaldo (1965) Motivos de crítica .Tomo I. Montevideo: Colección Clásicos uruguayos

 

DE IBARBOUROU, Juana (1928) Roosevelt, Sarmiento, Martí. Montevideo: El faro.

 

HALPERÍN DONGHI, Tulio (1972) Revolución y Guerra. Formación de la elite dirigente en la Argentina criolla. Buenos Aires: Siglo XXI.

 

DE IBARBOUROU, Juana. (1928) Roosevelt, Sarmiento, Martí. Montevideo: El faro.

________________ (1968) Obras completas. 1953. Madrid: Aguilar.

 

JITRIK, Noé: «Apuntes sobre legalidad/ legitimidad», SyC, Nº 2. Buenos Aires: agosto 1991.

 

RAMOS, Julio (1989) Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica.

 

RODRÍGUEZ MONEGAL, Emir “Juana de Ibarbourou: Roosevelt, Sarmiento, Martí […]” en Marcha, Montevideo, Nº 312, 15 de febrero de 1946.

 

SARMIENTO, Domingo  (2011) Recuerdos de provincia. Mi defensa; con prólogo de Tulio Halperin Donghi. Buenos Aires: Emecé.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Raíz salvaje es una colección de poemas de la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou publicada en 1922. Se trata del cuarto libro de la autora, al cual le precedió Las lenguas de diamante de 1919, Poesías escogidas y El cántaro fresco en 1920. La obra posee 44 poemas, siendo los más destacados: “La tarde”, “La higuera”, “El vendedor de naranjas” y “Otoño”. Fue publicado en Montevideo en el año 1922 y editado por Máximo García

[2] Génesis 3:7-10 “En ese instante se les abrieron los ojos a los dos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entonces tejieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas. El hombre y su mujer oyeron la voz de Dios el Señor, que iba y venía por el huerto, con el viento del día; entonces corrieron a esconderse entre los árboles del huerto, para huir de la presencia de Dios el Señor. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde andas?» Y él respondió: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí.»

[3] Recuerdos de provincia. Emecé, 2011

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