HAYDN EN EL 145

Camino a la Ciudad Vieja con mis tres niños por un trámite impostergable--sólo de esa forma--el viaje a mitad de camino se tornó insoportable--como suele volverse con tres niños pequeños en el transporte capitalino--hasta que subió alguien con un instrumento musical--no podría decir cual.
El susodicho pasó hacia el fondo, mientras yo lidiaba con los manotazos de las tres criaturas que tenía sobre mi falda, les pedía silencio, que no estaba bien gritar en un espacio tan reducido y que el guarda nos estaba mirando para bajarnos, de un momento a otro.
Pero de pronto, el sonido que provenía desde el fondo nos envolvió en una nube esponjosa--y por que no--deliciosa, desde la cual volamos hacia la tierra de la serenidad y la fantasía, alejándonos del encierro del ómnibus, y aun, del guarda ominoso.
Lo único que recuerdo fueron las palabras que dijo el músico al terminar el pequeño concierto: "Espero que les haya gustado Haydn."

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