Esperando en un oscuro pasillo para dar mis clases de literatura...

Hace unos días fue la elección de horas de literatura. El local de educación pública primaria donde se realizaba el acto estaba oscuro. Es decir, ingresé al lugar tanteando el piso y moviendome apenas. De más decir que el ascensor tampoco andaba y subí las escaleras que conducían al cuarto piso casi a gatas. Cuando iba por el tercer piso la luz comenzó a iluminar los escalones, luz natural, quiero decir. Todo parecía mejorar, entonces. Al llegar al piso cuarto vi que jamás llegaría hasta el recinto, pues había gente por todos los rincones y vericuetos existentes, profesores de todas las ramas artísticas impartidas en la enseñanza pública primaria. Me senté en donde pude, ya con dolor de cabeza por el bullicio y la odisea antes mencionada. No sabía como salir de tal situación de incomodidad, entonces tomé mi viejo nokia, sí, el más viejo que imaginen, ese. Y empecé a escribir. Y pensé en mi padre, en sus últimos minutos. Después me sentí un poco mejor. Luego de cuatro interminables horas, tenía mi puesto como profesora de literatura. Pero todo seguía oscuro en la planta baja.

 
Mike Dubisch




Púgiles, insurgentes, armadas, terminantes, osadas, -- plenas--, terribles,
fugadas al patio del hospital, con el coraje de la eternidad
agua bendita de apuro, nepentes                                               
 la fe emerge ante la tribu
--no, no te levantes -- 
resisten, sublevan, encantan, hablan su lenguaje, sonidos guturales, palabras inquietas                             
-- espera, dame un abrazo --
Ellas se alejan, por unos segundos, cuando entra el sabio de túnica blanca
-- Por favor, despídanse --
Un abrazo vale más que toda una vida, ya lo saben.
Mejor tener un buen regalo bajo el envoltorio.




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